Ángela ha terminado los estudios del Ciclo Formativo de Grado Superior de Educación Infantil. Ha tenido suerte y enseguida ha encontrado trabajo de educadora en una escuela infantil de su barrio que tiene muy buena fama entre el vecindario. Le han dicho que no le harán contrato hasta más adelante, pero se trata de su primer trabajo y está realmente ilusionada. Le encantan los niños y las niñas y tiene muchas ganas de compartir con ellos esta nueva experiencia, y más en un centro así. Por otro lado, también necesita el trabajo porque hace unos meses que se ha independizado para irse a vivir con su pareja. Al poco tiempo de estar trabajando en la escuela se da cuenta de que hay muchas cosas que no son tal y como le habían dicho al empezar. Hay más alumnos por clase de lo que la ley permite. A las familias se las engaña en algunas cuestiones: se les dice, por ejemplo, que su hija ha comido bien y ha dormido tranquila cuando en realidad no ha sido así. Los bebés se pasan todo el día encerrados, durmiendo en una sala fría, ya que la estufa eléctrica que hay colgada en esta sala solo se enciende a primera hora del día y a última hora, es decir, justo en el momento de dejar y recoger a los pequeños. A veces, cuando lloran, pasa un buen rato antes de que alguien vaya a consolarlos. A la hora de la comida, a aquellos niños y niñas que tardan un poco, les embuten la comida sin contemplaciones.Estas cosas a Ángela no le parecen bien, pero necesita realmente el trabajo y la situación laboral es muy complicada. Está angustiada y no sabe qué debe hacer. Sufre pensando en los pequeños, porque al final, con la poca atención que reciben, habrá una desgracia. Ángela piensa que la directora del centro es una persona comprensiva, pero si tolera estas cosas…No sabe cómo actuar. Si deja el trabajo, no tiene derecho a paro y con el sueldo de su compañero no puede pagar el alquiler, la comida y el resto de gastos. ¿Debe decir algo? ¿Pero a quién?