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El abordaje psicomotriz centrado en niños con TEA
Tipo: Apuntes
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¡No te pierdas las partes importantes!
**- Marta Rabadán Martínez – Psicóloga clínica y psicomotricista.
ste artículo es un intento de expo- ner las posibilidades que un abordaje psicomotriz ofrece en los ámbitos de la salud, educación y socio-comunitario, especialmente en la ayuda de niños/as con dificultades en su desarrollo, con- cretamente en niños con TEA. Aunque la psicomotricidad como disciplina ya es mayor de edad, mu- chos profesionales de los ámbitos citados desconocen o tienen un conocimiento li- mitado de lo que es y puede aportar la psicomotricidad, desde un enfoque inte- grador y holístico, en el proceso de desa- rrollo humano, especialmente en etapas infantiles ya que utiliza vías motivadoras, comprensibles y ajustadas al universo infantil, como son las sensaciones, mo- vimientos y juegos así como las estrate- gias de ayuda para favorecer el acceso al mundo simbólico y representativo. El artículo se ha dividido en tres apar- tados principales, ya que nuestra inten- ción no es sólo dar a conocer o actualizar la información relativa a la psicomotrici- dad, sino también exponer las posibilida- des que este tipo de abordaje de ayuda ofrece a los niños/as con TEA. En el primer bloque, se realiza un bre- ve enmarque teórico de la psicomotrici- dad, en un intento por recoger, ordenar y clarificar la noción de la psicomotricidad como disciplina, siendo el concepto que más la identifica la totalidad corporal. Dicha noción, de unidad psicosomática, reconocida por todos los autores dedi- cados a la psicomotricidad, abrió nuevos enfoques metodológicos para tratar los contenidos y objetivos educativos y te- rapéuticos que se persiguen desde la ac- tuación psicomotriz. Posteriormente, se entrará en el es- queleto del abordaje psicomotriz en ni- ños con dificultades en su desarrollo, lo que configurará el segundo apartado, donde se expondrá un marco metodo- lógico que se apoya en unos principios básicos y en una descripción de cómo se organiza la sesión psicomotriz a nivel espacio-temporal, del material y de los juegos y actividades que configuran la in- tervención para después desarrollar unas líneas de actuación psicomotriz que nos servirán de base para elaborar un trata- miento personalizado. Por último, nos centraremos en la psi- comotricidad y el autismo para describir las alteraciones en la expresividad motriz de los niños con TEA y exponer un siste- ma de actitudes y unas capacidades de comprensión y actuación psicomotriz. En definitiva, con este trabajo se bus- ca proporcionar una respuesta a aquellos profesionales que buscan una vía de in- tervención de ayuda terapéutica que dé una respuesta ajustada a las dificultades en el desarrollo, tanto a nivel motriz, cog- nitivo, emocional, de relación y comuni- cación, que presentan los niños/as con TEA y poder construir conjuntamente un futuro de esperanza. BREVE ENMARQUE DE LA PSICOMOTRI- CIDAD: ¿QUÉ ES LA PSICOMOTRICIDAD? La noción de psicomotricidad ha ido va- riando a lo largo de los siglos XX y XXI. Pero, según Pilar Arnaiz, a finales del siglo XIX, es cuando se produce un momento crítico que permite un cambio de mira- da sobre el ser humano: el paso de un modelo de cuerpo anatomo-clínico a un modelo de cuerpo integrador, donde con- fluyen los elementos cognitivos, motrices y emocionales. A partir de aquí, diversos autores han aportado ideas, experiencias e investigaciones que nos han permitido ir construyendo una forma de entender la psicomotricidad y de ahí una praxis que pueda dar respuesta a esa realidad de cuerpo total, donde están integradas todas las dimensiones de la persona. Pasamos de una concepción dualista y fragmentada del ser humano a una visión unicista e integradora del sujeto. En el terreno conceptual, resulta fundamental definir la psicomotricidad para establecer su estatuto epistemoló- gico: un marco de referencia clarificador para la práctica psicomotriz. Así pues, la definición de psicomotricidad expone conceptos como: unidad psicosomática, cuerpo, globalidad, totalidad, movimien- to, espacio y tiempo, comunicación, re- lación, empatía, metodología de media- ción somática... Aunque estos aspectos no pueden ser por sí solos diferenciado- res de la psicomotricidad, en la combina- ción de sus componentes vislumbramos una forma de concebir y actuar sobre el ser humano. La psicomotricidad, pues, sería una disciplina preventiva, educativa y tera- péutica, concebida como un diálogo, que actúa sobre la totalidad del ser humano a través de las sensaciones, movimientos y juegos y su posterior representación, con la finalidad de que el individuo establezca una relación positiva consigo mismo, con los objetos, con el espacio-tiempo y con los demás, mediante métodos activos de mediación, principalmente, corporal (Se- rrabona, 2016). A partir de la definición, la psicomo- tricidad debe realizar el esfuerzo de dife- renciarse de otras disciplinas afines que, de algún modo, tienen el mismo objeto de estudio: el cuerpo y el movimiento. En este sentido, los elementos más dife- renciadores son la insistencia en la tota- lidad de la persona y el trabajo sobre el movimiento intencionado (consciente) que permite al sujeto deseante tener un proyecto de acción que le hace superar el presente inmediato. Nosotros intenta- mos favorecer la toma de consciencia del cuerpo y del movimiento (de lo concreto) para encaminarlo hacia el terreno de lo abstracto, simbólico y representativo. Y es este itinerario de lo concreto a lo abs- tracto, uno de los elementos principales que aporta la psicomotricidad en rela- ción con otras disciplinas. En estos años, la psicomotricidad ha ido tomando el estatus de disciplina, lo que supone tener asumido un cierto nú- mero de normas a las que los profesiona- les deben someterse. Una disciplina que debe reflejar:
sión, así como una actitud de ajuste en el plano tónico-emocional. Siguiendo a Aucouturier, sería poder ofrecerse, tam- bién, al niño como un ser transformable tanto a nivel postural y motor como tóni- co-emocional (empatía), aportando una estructura de tiempo y de espacio esta- ble y modificable. La intención es dar al niño los medios necesarios para reconstruir sus percep- ciones sobre el universo que le rodea. Debemos acompañarle en el proceso de transformación de ese universo, en el caso que resulte nocivo para él o su entorno. La ayuda psicomotriz tiene un carácter progresivo que sigue un proceso que puede visualizarse como un ir detrás del paciente (simbólicamente hablando) en un primer momento, lo que nos per- mitirá conocerlo, comprenderlo en toda su expresividad; será un tiempo donde acentuamos la capacidad de escucha (siempre presente), para poder ajustar- nos en la respuesta terapéutica. En una segunda fase de este recorrido terapéu- tico, nos colocaremos “al lado”, para proponer nosotros y recibir propuestas suyas y, por último, nos colocaremos, simbólicamente, delante de él, con posi- bilidad de poder “exigir” cambios y pre- parar la separación y la autonomía del sujeto en relación con la terapia. Trabajamos sobre la totalidad del su- jeto favoreciendo el conjunto de las di- mensiones de la persona; una totalidad sistemática, estructurada. No es sólo un presupuesto básico de la psicomotrici- dad, sino el principal. El ser humano es unidad sustantiva, corporeidad anímica: «Es pues imposible imaginar la activi- dad de un sistema sin que intervengan los otros y, todavía más difícil, dividir un sistema en partes independientes» (Wallon, 1984). La psicomotricidad par- te de la observación del modo de expre- sarse los niños en las sesiones. Favore- cemos el placer psicomotriz primitivo y el placer por el control motriz posterior. El niño siente placer por hacer las cosas y por hacerlas bien, por ser visto y reco - nocido por el adulto y por los otros ni - ños; normalmente, siente placer a partir de la interacción con el otro y en el sen - timiento de competencia y es nuestra obligación que ese placer se instaure en él. En definitiva, proponemos una inter- vención psicomotriz que incida sobre la totalidad del niño desde el cuerpo y el movimiento, actuando de manera ex- plícita y sistemática sobre cada una de sus dimensiones básicas y buscando el equilibrio en la actuación de cada una de ellas. Intentamos dar respuesta a las necesidades del niño en su itinerario evolutivo, desde la totalidad indiferen- ciada a la totalidad diferenciada. LA INTERVENCIÓN DE AYUDA PSICOMOTRIZ La intervención de ayuda psicomotriz está orientada a ofrecer un espacio aco- gedor a aquellas problemáticas que pre- sentan los niños vinculadas a demandas de reconocimiento, de comunicación y de afectividad. Bernard Aucouturier (2004) define esta intervención de ayuda como una respuesta ajustada a aquellos niños con comportamientos excesivos o repetitivos a los que el psicomotricista no puede dar una respuesta adecuada dentro de los grupos numerosos. Obser- var y valorar los indicadores y síntomas de alteración o bloqueo en determinados aspectos del desarrollo, desde una pers- pectiva de continuo, requiere una for- mación sólida en todos los fenómenos y transformaciones que se dan en el proce- so de desarrollo normal del niño hacia la construcción de la identidad, la construc- ción de sí mismo. Un conocimiento que ha de proporcionar al adulto estrategias para construir, proponer y acompañar situaciones que favorezcan la experimen- tación, el aprendizaje explícito de aque- llos aspectos sutiles de la interacción que en un niño con desarrollo “normal” se estructurarán de forma implícita. La in- tervención de ayuda psicomotriz ofrece un marco, un dispositivo metodológico contenedor, para que se pueda dar esta experiencia afectiva, motriz, relacional y cognitiva. El cuerpo es el medio de relación pri- vilegiado con el entorno cuando todavía no existe el lenguaje o éste no tiene una intencionalidad comunicativa. La mirada del psicomotricista sobre las produccio- nes del niño, sobre su expresividad, apor- ta información significativa para observar y evaluar las capacidades de integración sensorial, los intereses, las habilidades y las dificultades del niño en relación con el propio cuerpo, con el otro y con el entor- no. Se trata de un acompañamiento a la maduración psicológica del niño a través del movimiento, de la acción y del juego, a través de aquello que manifiesta en su expresividad motriz. “El estilo receptivo y el estilo expresi- vo del niño reposan directamente en el estado de las funciones psíquicas, de las más elementales a las más complejas. Por el lado receptivo, estarían las sensa- ciones y su anclaje, las percepciones, la atención, las vinculaciones, etc. Por la vertiente expresiva, tenemos la cualidad de la externalización, la dramatización, el uso del cuerpo en la gradación de sus po- sibilidades significadoras. Se debe crear un espacio terapéutico generosamente contenedor donde la múltiple experien- cia del niño y su conflicto consciente e in- consciente puedan encontrar expresión, puedan significarse y elaborarse.” (Folch, 1990). La intervención de ayuda psicomotriz favorece el aumento de las modalidades interactivas vivas, así como la conexión de los afectos con las acciones motrices del niño que se transformarán en inten- cionales y dotadas de sentido a partir de la vivencia, de la experiencia y de la sig- nificación compartida. Para llevar a cabo una intervención ajustada se tendrán que identificar las diferencias individuales en las modalidades de procesamiento de las informaciones sensoriales y motoras, así como el estilo de interacción que el niño establece con el otro. Aspectos que des- de la psicomotricidad están incluidos en la observación y el análisis de los pará- metros psicomotores. “Los objetivos funcionales en tera- pia son importantes, pero estarán siem- pre sometidos a otros más importantes, aquellos que nos llevan a subjetivar cada vez más a la persona con autismo y a sub- jetivarnos como origen de su experiencia. El tratamiento del autismo es en realidad un intento de que las personas que lo pa- decen puedan acceder a la mente de las otras personas” (Rivière, 2002). Subjetivarnos como origen de la ex- periencia del niño implica compartir afectos, experiencias y significados; des- de una vivencia compartida de placer, de bienestar, de seguridad, el niño irá inte- grando la experiencia, reconociéndola para posteriormente evocarla y llegar a representarla. Este proceso de construc- ción conjunta permite al adulto y al niño constituirse como sujetos, siempre desde los intereses, necesidades y capacidades intersubjetivas del niño. La construcción de un espacio in- tersubjetivo es el área de intervención del psicomotricista con los alumnos con necesidades educativas especiales aso- ciadas a TGD/TEA. En este espacio de interacción y a partir del establecimiento de relaciones de bienestar, de confianza, surgirá el deseo y la demanda del niño hacia el adulto. El deseo de reproducir las situaciones de placer vividas que uni- fican su experiencia y la demanda dirigi- da al otro como origen de la experiencia compartida. Para que pueda aparecer el juego, la experiencia lúdica, es imprescindible que el niño sienta que está en un entor- no contenedor de sus ansiedades. Si este entorno no es segurizante, el niño reali- zará maniobras de autoestimulación o actuaciones que protejan su experiencia de supervivencia psíquica. MARCO METODOLÓGICO DE LA PRÁCTI- CA PSICOMOTRIZ. ORGANIZACIÓN DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO EN LA SESIÓN Estructuración del tiempo y del espa- cio de las sesiones de psicomotricidad. Las sesiones de psicomotricidad pueden tener una duración aproximada de 50 minutos, cuando se trata de sesiones in- dividuales, y de 60 minutos aproximada- mente, cuando son sesiones de grupo. La periodicidad de las sesiones de psicomo- tricidad es semanal; en algunas ocasio- nes, se valora adecuado hacer dos sesio- nes semanales, una individual y otra con un grupo de compañeros de su edad. El tiempo de cada sesión estará dividido en: a) Ritual de entrada o espacio de acogida. El espacio para realizar la acogi- da y el lugar para hacer la despedida será el mismo. Este espacio estará separado, delimitado con algún material y servirá para que el niño entienda que cuando se encuentra en este espacio, la sesión to- davía no ha empezado. El adulto recibe a los niños y poste- riormente se realizan las tareas de des- vestido. Según la autonomía de cada niño se le ofrecerá un apoyo ajustado. En este momento de acogida, el adul- to puede recordar al niño algunas de las situaciones vividas en la sesión anterior, especialmente si se observa que dirige la mirada hacia espacios significativos. Es importante reservar un tiempo de expre- sión, de palabra para el niño donde se le preguntan cosas personales que el niño pueda responder según su nivel expresi- vo. El objetivo es instaurar un formato de conversación, un tiempo para el adulto y un tiempo para el niño. Después se pue- de hacer algún tipo de juego de imita- ción de modelos práxicos: un masaje en los pies, movimientos de las piernas, los brazos... la finalidad de esta tarea es que el niño se organice a nivel corporal para realizar la imitación y para que pueda es- tablecer una relación con el propio cuer- po. Posteriormente, el adulto presentará la ordenación de los materiales de la sala en función de las necesidades e intereses del niño y lo invitará a iniciar la actividad. b) Tiempo de actividad sensoriomo- triz y de juego simbólico. En este mo- mento el alumno accede al espacio sen- soriomotor, el adulto acoge y acompaña su expresividad motriz. El espejo que el adulto devuelve al niño de su expresivi- dad le ofrece un referente de sí mismo. El ajuste del adulto a través de la voz, del tono corporal, del ritmo de acción lo acompaña y lo reasegura en sus ac- tuaciones. En el caso de los niños que se refugian en la autosensorialidad o en la utilización de algunos objetos con esta fi- nalidad, el adulto utilizará estrategias de acercamiento a partir del interés que los objetos despiertan en el niño, intentando hacer evolucionar la utilización sensorial de los mismos hacia una búsqueda con motivaciones de carácter más percep- tivo. De esta manera, desde un registro más evolucionado se podrán favorecer situaciones de intercambio y de interac- ción. Cuando ya se ha establecido una buena relación, será el momento de ini- ciar propuestas de movimiento y de ac- “Para compensar esta falta de límites corporales el niño busca continentes, espacios cerrados, límites para su cuerpo”
so de construcción y de estructuración del psiquismo infantil, la intervención de ayuda psicomotriz requiere del adulto un sistema de actitudes y unas capaci- dades de comprensión y de actuación vinculadas a los siguientes conceptos: