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Orientación Universidad
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Psicomotricidad y autismo, Apuntes de Psicomotricidad

El abordaje psicomotriz centrado en niños con TEA

Tipo: Apuntes

2017/2018

Subido el 07/10/2021

Patricia_patrisu
Patricia_patrisu 🇪🇸

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bg1
Revista eipea número 2, 2017 Revista eipea número 2, 2017
3130
Marta Rabadán Martínez y Joaquim Serrabona Mas
EL ABORDAJE PSICOMOTRIZ
EN NIÑOS CON AUTISMO
Marta Rabadán Martínez
Psicóloga clínica y psicomotricista.
Joaquim Serrabona Mas
Doctor en Psicología. Profesor en la
Universidad Ramón Llull de Barcelona.
Psicólogo clínico, psicomotricista y te-
rapeuta familiar del Espai de Psicologia
i Psicomotricitat Luden.
INTROCUCCIÓN
Este artículo es un
intento de expo-
ner las posibilidades
que un abordaje
psicomotriz ofrece
en los ámbitos de la
salud, educación y
socio-comunitario,
especialmente en la
ayuda de niños/as
con dificultades en
su desarrollo, con-
cretamente en niños
con TEA. Aunque
la psicomotricidad
como disciplina ya es mayor de edad, mu-
chos profesionales de los ámbitos citados
desconocen o tienen un conocimiento li-
mitado de lo que es y puede aportar la
psicomotricidad, desde un enfoque inte-
grador y holístico, en el proceso de desa-
rrollo humano, especialmente en etapas
infantiles ya que utiliza vías motivadoras,
comprensibles y ajustadas al universo
infantil, como son las sensaciones, mo-
vimientos y juegos así como las estrate-
gias de ayuda para favorecer el acceso al
mundo simbólico y representativo.
El artículo se ha dividido en tres apar-
tados principales, ya que nuestra inten-
ción no es sólo dar a conocer o actualizar
la información relativa a la psicomotrici-
dad, sino también exponer las posibilida-
des que este tipo de abordaje de ayuda
ofrece a los niños/as con TEA.
En el primer bloque, se realiza un bre-
ve enmarque teórico de la psicomotrici-
dad, en un intento por recoger, ordenar y
clarificar la noción de la psicomotricidad
como disciplina, siendo el concepto que
más la identifica la totalidad corporal.
Dicha noción, de unidad psicosomática,
reconocida por todos los autores dedi-
cados a la psicomotricidad, abrió nuevos
enfoques metodológicos para tratar los
contenidos y objetivos educativos y te-
rapéuticos que se persiguen desde la ac-
tuación psicomotriz.
Posteriormente, se entrará en el es-
queleto del abordaje psicomotriz en ni-
ños con dificultades en su desarrollo, lo
que configurará el segundo apartado,
donde se expondrá un marco metodo-
lógico que se apoya en unos principios
básicos y en una descripción de cómo
se organiza la sesión psicomotriz a nivel
espacio-temporal, del material y de los
juegos y actividades que configuran la in-
tervención para después desarrollar unas
líneas de actuación psicomotriz que nos
servirán de base para elaborar un trata-
miento personalizado.
Por último, nos centraremos en la psi-
comotricidad y el autismo para describir
las alteraciones en la expresividad motriz
de los niños con TEA y exponer un siste-
ma de actitudes y unas capacidades de
comprensión y actuación psicomotriz.
En definitiva, con este trabajo se bus-
ca proporcionar una respuesta a aquellos
profesionales que buscan una vía de in-
tervención de ayuda terapéutica que
una respuesta ajustada a las dificultades
en el desarrollo, tanto a nivel motriz, cog-
nitivo, emocional, de relación y comuni-
cación, que presentan los niños/as con
TEA y poder construir conjuntamente un
futuro de esperanza.
BREVE ENMARQUE DE LA PSICOMOTRI-
CIDAD: ¿QUÉ ES LA PSICOMOTRICIDAD?
La noción de psicomotricidad ha ido va-
riando a lo largo de los siglos XX y XXI.
Pero, según Pilar Arnaiz, a finales del siglo
XIX, es cuando se produce un momento
crítico que permite un cambio de mira-
da sobre el ser humano: el paso de un
modelo de cuerpo anatomo-clínico a un
modelo de cuerpo integrador, donde con-
fluyen los elementos cognitivos, motrices
y emocionales. A partir de aquí, diversos
autores han aportado ideas, experiencias
e investigaciones que nos han permitido
ir construyendo una forma de entender
la psicomotricidad y de ahí una praxis
que pueda dar respuesta a esa realidad
de cuerpo total, donde están integradas
todas las dimensiones de la persona.
Pasamos de una concepción dualista y
fragmentada del ser humano a una visión
unicista e integradora del sujeto.
En el terreno conceptual, resulta
fundamental definir la psicomotricidad
para establecer su estatuto epistemoló-
gico: un marco de referencia clarificador
para la práctica psicomotriz. Así pues, la
definición de psicomotricidad expone
conceptos como: unidad psicosomática,
cuerpo, globalidad, totalidad, movimien-
to, espacio y tiempo, comunicación, re-
lación, empatía, metodología de media-
ción somática... Aunque estos aspectos
no pueden ser por sí solos diferenciado-
res de la psicomotricidad, en la combina-
ción de sus componentes vislumbramos
una forma de concebir y actuar sobre el
ser humano.
La psicomotricidad, pues, sería una
disciplina preventiva, educativa y tera-
péutica, concebida como un diálogo, que
actúa sobre la totalidad del ser humano a
través de las sensaciones, movimientos y
juegos y su posterior representación, con
la finalidad de que el individuo establezca
una relación positiva consigo mismo, con
los objetos, con el espacio-tiempo y con
los demás, mediante métodos activos de
mediación, principalmente, corporal (Se-
rrabona, 2016).
A partir de la definición, la psicomo-
tricidad debe realizar el esfuerzo de dife-
renciarse de otras disciplinas afines que,
de algún modo, tienen el mismo objeto
de estudio: el cuerpo y el movimiento.
En este sentido, los elementos más dife-
renciadores son la insistencia en la tota-
lidad de la persona y el trabajo sobre el
movimiento intencionado (consciente)
que permite al sujeto deseante tener un
proyecto de acción que le hace superar
el presente inmediato. Nosotros intenta-
mos favorecer la toma de consciencia del
cuerpo y del movimiento (de lo concreto)
para encaminarlo hacia el terreno de lo
abstracto, simbólico y representativo. Y
es este itinerario de lo concreto a lo abs-
tracto, uno de los elementos principales
que aporta la psicomotricidad en rela-
ción con otras disciplinas.
En estos años, la psicomotricidad ha
ido tomando el estatus de disciplina, lo
que supone tener asumido un cierto nú-
mero de normas a las que los profesiona-
les deben someterse. Una disciplina que
debe reflejar:
– El concepto básico del niño, de educa-
ción y terapia.
La unidad del ser humano y su totali-
dad: el ser humano en todas sus dimen-
siones.
Su contenido/objeto/campo esencial:
el cuerpo en movimiento.
El carácter instrumental y relacional
del cuerpo y el movimiento.
Las vías de intervención (sensaciones,
movimientos, juegos).
La metodología y la mediación corpo-
ral.
La mayoría de autores apuntan al
cuerpo y al movimiento como los conte-
nidos esenciales y específicos de la psi-
comotricidad. Inicialmente, en el trata-
miento psicomotriz prima el movimiento,
motivo por el cual se asume el término
de psicomotricidad. La evolución del
concepto instrumental del movimiento
y del tratamiento sintomático hacia una
concepción global y hacia el tratamien-
to causal y global y el incremento de las
aportaciones psicodinámicas que esto
comportaba trasladan el acento de lo
motriz a lo corporal, instrumentalizando
el movimiento en función de la relación,
la afectividad, el mundo imaginario. Un
cuerpo considerado como imagen cor-
poral refleja, ante todo, sus elementos
cognitivos/práxicos, es decir, su esquema
corporal. Pero un cuerpo también se con-
sidera un receptáculo de vivencias afec-
tivo-imaginarias, donde la necesidad, el
placer y el displacer, la pulsión, el deseo,
la comunicación o la expresión imagina-
ria, consciente o inconsciente tienen su
lugar.
Así pues, la imagen corporal sería la
suma de tres realidades corporales:
1) esquema corporal; 2) cuerpo social; 3)
cuerpo imaginario, dando lugar al con-
cepto que quizás más identifica el hacer
psicomotor: la totalidad corporal del ser
humano. Parece que todos los autores
coinciden en poner el acento en la uni-
dad corporal. Las diversas corrientes de
psicomotricidad, dentro de su diversidad
e incluso antagonismo, podrían coincidir
en el núcleo central de su contenido: el
cuerpo como totalidad.
Resumiendo esta relación entre los
dos contenidos esenciales, nosotros es-
taríamos de acuerdo con Boscaini (1992)
cuando nos dice: «La esencia de la psi-
comotricidad es el movimiento, el cuer-
po en movimiento». El movimiento y el
cuerpo han sido considerados como un
medio para incidir en la globalidad de la
persona, para adquirir conocimientos y
habilidades motrices y también para ad-
quirir y mejorar las relaciones y vivencias
afectivas e imaginarias.
Debemos dejar claro que la motrici-
dad no es un instrumento ni un medio
para conseguir conocimientos, control
o relación adecuada. El movimiento es
continente, expresión de las demás di-
mensiones. Todo sucede en el movimien-
to. El sujeto construye su personalidad
en la motricidad. Un movimiento donde
el componente de disfrute, de placer es
esencial. En el movimiento se contienen
las otras dimensiones, es continente del
conjunto de la persona. En la totalidad
de la persona se pueden considerar di-
versas dimensiones. Actualmente, la
psicomotricidad contempla en la dimen-
sión motriz, de modo sistemático, siete
dimensiones: motriz, conativa, cognitiva,
relacional, social, afectiva y “fantasmá-
tica”. El sujeto funciona como un todo,
como una estructura unitaria, ninguna
de sus dimensiones se supedita a otra. La
psicomotricidad busca el equilibrio entre
las dimensiones de la persona.
La ayuda psicomotriz parte de las eta-
pas de desarrollo más arcaicas, donde
aún no hay lenguaje. El terapeuta psico-
motriz se coloca en el origen de la pertur-
bación, con todo lo que supone, es decir,
insertándose en el universo correspon-
diente del niño, aceptándolo y compren-
diéndolo, a partir del cual le ayudará a
reorganizar y reconstruir todo el sistema
de relaciones adaptadas. Entre la apa-
rente multiplicidad de etiologías, po-
demos destacar el trastorno relacional
primario en el que entran en juego, a un
nivel y en una época en la que aún no
se diferencian, tres factores fundamen-
tales: la orientación espacio-temporal, el
esquema corporal y la posición de los va-
lores afectivos. La ayuda sólo puede lle-
varse a cabo eficazmente en función de
la comprensión total de cada caso y de la
adaptación particular del método. Esto
nos obliga, a veces, a volver a las fuentes
de comunicación más arcaicas, lo que
constituye un principio fundamental de
la terapia psicomotriz. Para ello, pone-
mos nuestra disponibilidad corporal al
alcance y a la altura del niño, buscando
que el niño llegue a dejar su cuerpo en
actitudes naturales y distendidas. Esto
supone manejar la relación tónica, que
la podríamos definir como la capacidad
de poder establecer a través del ajuste
tónico una comunicación, en la que la
calidad del contacto corporal se apoya
en cómo lo sostenemos, cómo nos acer-
camos... y establecemos las zonas de
contacto que siempre será mediado y no
intrusivo.
El cuerpo como lugar simbólico. Ha-
cer un análisis sistemático de los actos
permite descubrir en la diversidad de
los comportamientos unas constantes,
unas fijaciones... y poner de relieve los
fantasmas inconscientes subyacentes.
Lo que supone la implicación del cuerpo
del terapeuta. El cuerpo del terapeuta
debe ser el revelador de lo que el niño
no puede comprender, de los fantasmas
que expresa en su acción. Para ello, debe
manejar unos principios de interacción
básicos que suponen ofrecer una actitud
de acogida, de escucha y de compren-
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EL ABORDAJE PSICOMOTRIZ

EN NIÑOS CON AUTISMO

**- Marta Rabadán Martínez – Psicóloga clínica y psicomotricista.

  • Joaquim Serrabona Mas – Doctor en Psicología. Profesor en la Universidad Ramón Llull de Barcelona. Psicólogo clínico, psicomotricista y te- rapeuta familiar del Espai de Psicologia i Psicomotricitat Luden. INTROCUCCIÓN**

E

ste artículo es un intento de expo- ner las posibilidades que un abordaje psicomotriz ofrece en los ámbitos de la salud, educación y socio-comunitario, especialmente en la ayuda de niños/as con dificultades en su desarrollo, con- cretamente en niños con TEA. Aunque la psicomotricidad como disciplina ya es mayor de edad, mu- chos profesionales de los ámbitos citados desconocen o tienen un conocimiento li- mitado de lo que es y puede aportar la psicomotricidad, desde un enfoque inte- grador y holístico, en el proceso de desa- rrollo humano, especialmente en etapas infantiles ya que utiliza vías motivadoras, comprensibles y ajustadas al universo infantil, como son las sensaciones, mo- vimientos y juegos así como las estrate- gias de ayuda para favorecer el acceso al mundo simbólico y representativo. El artículo se ha dividido en tres apar- tados principales, ya que nuestra inten- ción no es sólo dar a conocer o actualizar la información relativa a la psicomotrici- dad, sino también exponer las posibilida- des que este tipo de abordaje de ayuda ofrece a los niños/as con TEA. En el primer bloque, se realiza un bre- ve enmarque teórico de la psicomotrici- dad, en un intento por recoger, ordenar y clarificar la noción de la psicomotricidad como disciplina, siendo el concepto que más la identifica la totalidad corporal. Dicha noción, de unidad psicosomática, reconocida por todos los autores dedi- cados a la psicomotricidad, abrió nuevos enfoques metodológicos para tratar los contenidos y objetivos educativos y te- rapéuticos que se persiguen desde la ac- tuación psicomotriz. Posteriormente, se entrará en el es- queleto del abordaje psicomotriz en ni- ños con dificultades en su desarrollo, lo que configurará el segundo apartado, donde se expondrá un marco metodo- lógico que se apoya en unos principios básicos y en una descripción de cómo se organiza la sesión psicomotriz a nivel espacio-temporal, del material y de los juegos y actividades que configuran la in- tervención para después desarrollar unas líneas de actuación psicomotriz que nos servirán de base para elaborar un trata- miento personalizado. Por último, nos centraremos en la psi- comotricidad y el autismo para describir las alteraciones en la expresividad motriz de los niños con TEA y exponer un siste- ma de actitudes y unas capacidades de comprensión y actuación psicomotriz. En definitiva, con este trabajo se bus- ca proporcionar una respuesta a aquellos profesionales que buscan una vía de in- tervención de ayuda terapéutica que dé una respuesta ajustada a las dificultades en el desarrollo, tanto a nivel motriz, cog- nitivo, emocional, de relación y comuni- cación, que presentan los niños/as con TEA y poder construir conjuntamente un futuro de esperanza. BREVE ENMARQUE DE LA PSICOMOTRI- CIDAD: ¿QUÉ ES LA PSICOMOTRICIDAD? La noción de psicomotricidad ha ido va- riando a lo largo de los siglos XX y XXI. Pero, según Pilar Arnaiz, a finales del siglo XIX, es cuando se produce un momento crítico que permite un cambio de mira- da sobre el ser humano: el paso de un modelo de cuerpo anatomo-clínico a un modelo de cuerpo integrador, donde con- fluyen los elementos cognitivos, motrices y emocionales. A partir de aquí, diversos autores han aportado ideas, experiencias e investigaciones que nos han permitido ir construyendo una forma de entender la psicomotricidad y de ahí una praxis que pueda dar respuesta a esa realidad de cuerpo total, donde están integradas todas las dimensiones de la persona. Pasamos de una concepción dualista y fragmentada del ser humano a una visión unicista e integradora del sujeto. En el terreno conceptual, resulta fundamental definir la psicomotricidad para establecer su estatuto epistemoló- gico: un marco de referencia clarificador para la práctica psicomotriz. Así pues, la definición de psicomotricidad expone conceptos como: unidad psicosomática, cuerpo, globalidad, totalidad, movimien- to, espacio y tiempo, comunicación, re- lación, empatía, metodología de media- ción somática... Aunque estos aspectos no pueden ser por sí solos diferenciado- res de la psicomotricidad, en la combina- ción de sus componentes vislumbramos una forma de concebir y actuar sobre el ser humano. La psicomotricidad, pues, sería una disciplina preventiva, educativa y tera- péutica, concebida como un diálogo, que actúa sobre la totalidad del ser humano a través de las sensaciones, movimientos y juegos y su posterior representación, con la finalidad de que el individuo establezca una relación positiva consigo mismo, con los objetos, con el espacio-tiempo y con los demás, mediante métodos activos de mediación, principalmente, corporal (Se- rrabona, 2016). A partir de la definición, la psicomo- tricidad debe realizar el esfuerzo de dife- renciarse de otras disciplinas afines que, de algún modo, tienen el mismo objeto de estudio: el cuerpo y el movimiento. En este sentido, los elementos más dife- renciadores son la insistencia en la tota- lidad de la persona y el trabajo sobre el movimiento intencionado (consciente) que permite al sujeto deseante tener un proyecto de acción que le hace superar el presente inmediato. Nosotros intenta- mos favorecer la toma de consciencia del cuerpo y del movimiento (de lo concreto) para encaminarlo hacia el terreno de lo abstracto, simbólico y representativo. Y es este itinerario de lo concreto a lo abs- tracto, uno de los elementos principales que aporta la psicomotricidad en rela- ción con otras disciplinas. En estos años, la psicomotricidad ha ido tomando el estatus de disciplina, lo que supone tener asumido un cierto nú- mero de normas a las que los profesiona- les deben someterse. Una disciplina que debe reflejar:

  • El concepto básico del niño, de educa- ción y terapia.
  • La unidad del ser humano y su totali- dad: el ser humano en todas sus dimen- siones.
  • Su contenido/objeto/campo esencial: el cuerpo en movimiento.
  • El carácter instrumental y relacional del cuerpo y el movimiento.
  • Las vías de intervención (sensaciones, movimientos, juegos).
  • La metodología y la mediación corpo- ral. La mayoría de autores apuntan al cuerpo y al movimiento como los conte- nidos esenciales y específicos de la psi- comotricidad. Inicialmente, en el trata- miento psicomotriz prima el movimiento, motivo por el cual se asume el término de psicomotricidad. La evolución del concepto instrumental del movimiento y del tratamiento sintomático hacia una concepción global y hacia el tratamien- to causal y global y el incremento de las aportaciones psicodinámicas que esto comportaba trasladan el acento de lo motriz a lo corporal, instrumentalizando el movimiento en función de la relación, la afectividad, el mundo imaginario. Un cuerpo considerado como imagen cor- poral refleja, ante todo, sus elementos cognitivos/práxicos, es decir, su esquema corporal. Pero un cuerpo también se con- sidera un receptáculo de vivencias afec- tivo-imaginarias, donde la necesidad, el placer y el displacer, la pulsión, el deseo, la comunicación o la expresión imagina- ria, consciente o inconsciente tienen su lugar. Así pues, la imagen corporal sería la suma de tres realidades corporales:
    1. esquema corporal; 2) cuerpo social; 3) cuerpo imaginario, dando lugar al con- cepto que quizás más identifica el hacer psicomotor: la totalidad corporal del ser humano. Parece que todos los autores coinciden en poner el acento en la uni- dad corporal. Las diversas corrientes de psicomotricidad, dentro de su diversidad e incluso antagonismo, podrían coincidir en el núcleo central de su contenido: el cuerpo como totalidad. Resumiendo esta relación entre los dos contenidos esenciales, nosotros es- taríamos de acuerdo con Boscaini (1992) cuando nos dice: «La esencia de la psi- comotricidad es el movimiento, el cuer- po en movimiento». El movimiento y el cuerpo han sido considerados como un medio para incidir en la globalidad de la persona, para adquirir conocimientos y habilidades motrices y también para ad- quirir y mejorar las relaciones y vivencias afectivas e imaginarias. Debemos dejar claro que la motrici- dad no es un instrumento ni un medio para conseguir conocimientos, control o relación adecuada. El movimiento es continente, expresión de las demás di- mensiones. Todo sucede en el movimien- to. El sujeto construye su personalidad en la motricidad. Un movimiento donde el componente de disfrute, de placer es esencial. En el movimiento se contienen las otras dimensiones, es continente del conjunto de la persona. En la totalidad de la persona se pueden considerar di- versas dimensiones. Actualmente, la psicomotricidad contempla en la dimen- sión motriz, de modo sistemático, siete dimensiones: motriz, conativa, cognitiva, relacional, social, afectiva y “fantasmá- tica”. El sujeto funciona como un todo, como una estructura unitaria, ninguna de sus dimensiones se supedita a otra. La psicomotricidad busca el equilibrio entre las dimensiones de la persona. La ayuda psicomotriz parte de las eta- pas de desarrollo más arcaicas, donde aún no hay lenguaje. El terapeuta psico- motriz se coloca en el origen de la pertur- bación, con todo lo que supone, es decir, insertándose en el universo correspon- diente del niño, aceptándolo y compren- diéndolo, a partir del cual le ayudará a reorganizar y reconstruir todo el sistema de relaciones adaptadas. Entre la apa- rente multiplicidad de etiologías, po- demos destacar el trastorno relacional primario en el que entran en juego, a un nivel y en una época en la que aún no se diferencian, tres factores fundamen- tales: la orientación espacio-temporal, el esquema corporal y la posición de los va- lores afectivos. La ayuda sólo puede lle- varse a cabo eficazmente en función de la comprensión total de cada caso y de la adaptación particular del método. Esto nos obliga, a veces, a volver a las fuentes de comunicación más arcaicas, lo que constituye un principio fundamental de la terapia psicomotriz. Para ello, pone- mos nuestra disponibilidad corporal al alcance y a la altura del niño, buscando que el niño llegue a dejar su cuerpo en actitudes naturales y distendidas. Esto supone manejar la relación tónica, que la podríamos definir como la capacidad de poder establecer a través del ajuste tónico una comunicación, en la que la calidad del contacto corporal se apoya en cómo lo sostenemos, cómo nos acer- camos... y establecemos las zonas de contacto que siempre será mediado y no intrusivo. El cuerpo como lugar simbólico. Ha- cer un análisis sistemático de los actos permite descubrir en la diversidad de los comportamientos unas constantes, unas fijaciones... y poner de relieve los fantasmas inconscientes subyacentes. Lo que supone la implicación del cuerpo del terapeuta. El cuerpo del terapeuta debe ser el revelador de lo que el niño no puede comprender, de los fantasmas que expresa en su acción. Para ello, debe manejar unos principios de interacción básicos que suponen ofrecer una actitud de acogida, de escucha y de compren-

sión, así como una actitud de ajuste en el plano tónico-emocional. Siguiendo a Aucouturier, sería poder ofrecerse, tam- bién, al niño como un ser transformable tanto a nivel postural y motor como tóni- co-emocional (empatía), aportando una estructura de tiempo y de espacio esta- ble y modificable. La intención es dar al niño los medios necesarios para reconstruir sus percep- ciones sobre el universo que le rodea. Debemos acompañarle en el proceso de transformación de ese universo, en el caso que resulte nocivo para él o su entorno. La ayuda psicomotriz tiene un carácter progresivo que sigue un proceso que puede visualizarse como un ir detrás del paciente (simbólicamente hablando) en un primer momento, lo que nos per- mitirá conocerlo, comprenderlo en toda su expresividad; será un tiempo donde acentuamos la capacidad de escucha (siempre presente), para poder ajustar- nos en la respuesta terapéutica. En una segunda fase de este recorrido terapéu- tico, nos colocaremos “al lado”, para proponer nosotros y recibir propuestas suyas y, por último, nos colocaremos, simbólicamente, delante de él, con posi- bilidad de poder “exigir” cambios y pre- parar la separación y la autonomía del sujeto en relación con la terapia. Trabajamos sobre la totalidad del su- jeto favoreciendo el conjunto de las di- mensiones de la persona; una totalidad sistemática, estructurada. No es sólo un presupuesto básico de la psicomotrici- dad, sino el principal. El ser humano es unidad sustantiva, corporeidad anímica: «Es pues imposible imaginar la activi- dad de un sistema sin que intervengan los otros y, todavía más difícil, dividir un sistema en partes independientes» (Wallon, 1984). La psicomotricidad par- te de la observación del modo de expre- sarse los niños en las sesiones. Favore- cemos el placer psicomotriz primitivo y el placer por el control motriz posterior. El niño siente placer por hacer las cosas y por hacerlas bien, por ser visto y reco - nocido por el adulto y por los otros ni - ños; normalmente, siente placer a partir de la interacción con el otro y en el sen - timiento de competencia y es nuestra obligación que ese placer se instaure en él. En definitiva, proponemos una inter- vención psicomotriz que incida sobre la totalidad del niño desde el cuerpo y el movimiento, actuando de manera ex- plícita y sistemática sobre cada una de sus dimensiones básicas y buscando el equilibrio en la actuación de cada una de ellas. Intentamos dar respuesta a las necesidades del niño en su itinerario evolutivo, desde la totalidad indiferen- ciada a la totalidad diferenciada. LA INTERVENCIÓN DE AYUDA PSICOMOTRIZ La intervención de ayuda psicomotriz está orientada a ofrecer un espacio aco- gedor a aquellas problemáticas que pre- sentan los niños vinculadas a demandas de reconocimiento, de comunicación y de afectividad. Bernard Aucouturier (2004) define esta intervención de ayuda como una respuesta ajustada a aquellos niños con comportamientos excesivos o repetitivos a los que el psicomotricista no puede dar una respuesta adecuada dentro de los grupos numerosos. Obser- var y valorar los indicadores y síntomas de alteración o bloqueo en determinados aspectos del desarrollo, desde una pers- pectiva de continuo, requiere una for- mación sólida en todos los fenómenos y transformaciones que se dan en el proce- so de desarrollo normal del niño hacia la construcción de la identidad, la construc- ción de sí mismo. Un conocimiento que ha de proporcionar al adulto estrategias para construir, proponer y acompañar situaciones que favorezcan la experimen- tación, el aprendizaje explícito de aque- llos aspectos sutiles de la interacción que en un niño con desarrollo “normal” se estructurarán de forma implícita. La in- tervención de ayuda psicomotriz ofrece un marco, un dispositivo metodológico contenedor, para que se pueda dar esta experiencia afectiva, motriz, relacional y cognitiva. El cuerpo es el medio de relación pri- vilegiado con el entorno cuando todavía no existe el lenguaje o éste no tiene una intencionalidad comunicativa. La mirada del psicomotricista sobre las produccio- nes del niño, sobre su expresividad, apor- ta información significativa para observar y evaluar las capacidades de integración sensorial, los intereses, las habilidades y las dificultades del niño en relación con el propio cuerpo, con el otro y con el entor- no. Se trata de un acompañamiento a la maduración psicológica del niño a través del movimiento, de la acción y del juego, a través de aquello que manifiesta en su expresividad motriz. “El estilo receptivo y el estilo expresi- vo del niño reposan directamente en el estado de las funciones psíquicas, de las más elementales a las más complejas. Por el lado receptivo, estarían las sensa- ciones y su anclaje, las percepciones, la atención, las vinculaciones, etc. Por la vertiente expresiva, tenemos la cualidad de la externalización, la dramatización, el uso del cuerpo en la gradación de sus po- sibilidades significadoras. Se debe crear un espacio terapéutico generosamente contenedor donde la múltiple experien- cia del niño y su conflicto consciente e in- consciente puedan encontrar expresión, puedan significarse y elaborarse.” (Folch, 1990). La intervención de ayuda psicomotriz favorece el aumento de las modalidades interactivas vivas, así como la conexión de los afectos con las acciones motrices del niño que se transformarán en inten- cionales y dotadas de sentido a partir de la vivencia, de la experiencia y de la sig- nificación compartida. Para llevar a cabo una intervención ajustada se tendrán que identificar las diferencias individuales en las modalidades de procesamiento de las informaciones sensoriales y motoras, así como el estilo de interacción que el niño establece con el otro. Aspectos que des- de la psicomotricidad están incluidos en la observación y el análisis de los pará- metros psicomotores. “Los objetivos funcionales en tera- pia son importantes, pero estarán siem- pre sometidos a otros más importantes, aquellos que nos llevan a subjetivar cada vez más a la persona con autismo y a sub- jetivarnos como origen de su experiencia. El tratamiento del autismo es en realidad un intento de que las personas que lo pa- decen puedan acceder a la mente de las otras personas” (Rivière, 2002). Subjetivarnos como origen de la ex- periencia del niño implica compartir afectos, experiencias y significados; des- de una vivencia compartida de placer, de bienestar, de seguridad, el niño irá inte- grando la experiencia, reconociéndola para posteriormente evocarla y llegar a representarla. Este proceso de construc- ción conjunta permite al adulto y al niño constituirse como sujetos, siempre desde los intereses, necesidades y capacidades intersubjetivas del niño. La construcción de un espacio in- tersubjetivo es el área de intervención del psicomotricista con los alumnos con necesidades educativas especiales aso- ciadas a TGD/TEA. En este espacio de interacción y a partir del establecimiento de relaciones de bienestar, de confianza, surgirá el deseo y la demanda del niño hacia el adulto. El deseo de reproducir las situaciones de placer vividas que uni- fican su experiencia y la demanda dirigi- da al otro como origen de la experiencia compartida. Para que pueda aparecer el juego, la experiencia lúdica, es imprescindible que el niño sienta que está en un entor- no contenedor de sus ansiedades. Si este entorno no es segurizante, el niño reali- zará maniobras de autoestimulación o actuaciones que protejan su experiencia de supervivencia psíquica. MARCO METODOLÓGICO DE LA PRÁCTI- CA PSICOMOTRIZ. ORGANIZACIÓN DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO EN LA SESIÓN Estructuración del tiempo y del espa- cio de las sesiones de psicomotricidad. Las sesiones de psicomotricidad pueden tener una duración aproximada de 50 minutos, cuando se trata de sesiones in- dividuales, y de 60 minutos aproximada- mente, cuando son sesiones de grupo. La periodicidad de las sesiones de psicomo- tricidad es semanal; en algunas ocasio- nes, se valora adecuado hacer dos sesio- nes semanales, una individual y otra con un grupo de compañeros de su edad. El tiempo de cada sesión estará dividido en: a) Ritual de entrada o espacio de acogida. El espacio para realizar la acogi- da y el lugar para hacer la despedida será el mismo. Este espacio estará separado, delimitado con algún material y servirá para que el niño entienda que cuando se encuentra en este espacio, la sesión to- davía no ha empezado. El adulto recibe a los niños y poste- riormente se realizan las tareas de des- vestido. Según la autonomía de cada niño se le ofrecerá un apoyo ajustado. En este momento de acogida, el adul- to puede recordar al niño algunas de las situaciones vividas en la sesión anterior, especialmente si se observa que dirige la mirada hacia espacios significativos. Es importante reservar un tiempo de expre- sión, de palabra para el niño donde se le preguntan cosas personales que el niño pueda responder según su nivel expresi- vo. El objetivo es instaurar un formato de conversación, un tiempo para el adulto y un tiempo para el niño. Después se pue- de hacer algún tipo de juego de imita- ción de modelos práxicos: un masaje en los pies, movimientos de las piernas, los brazos... la finalidad de esta tarea es que el niño se organice a nivel corporal para realizar la imitación y para que pueda es- tablecer una relación con el propio cuer- po. Posteriormente, el adulto presentará la ordenación de los materiales de la sala en función de las necesidades e intereses del niño y lo invitará a iniciar la actividad. b) Tiempo de actividad sensoriomo- triz y de juego simbólico. En este mo- mento el alumno accede al espacio sen- soriomotor, el adulto acoge y acompaña su expresividad motriz. El espejo que el adulto devuelve al niño de su expresivi- dad le ofrece un referente de sí mismo. El ajuste del adulto a través de la voz, del tono corporal, del ritmo de acción lo acompaña y lo reasegura en sus ac- tuaciones. En el caso de los niños que se refugian en la autosensorialidad o en la utilización de algunos objetos con esta fi- nalidad, el adulto utilizará estrategias de acercamiento a partir del interés que los objetos despiertan en el niño, intentando hacer evolucionar la utilización sensorial de los mismos hacia una búsqueda con motivaciones de carácter más percep- tivo. De esta manera, desde un registro más evolucionado se podrán favorecer situaciones de intercambio y de interac- ción. Cuando ya se ha establecido una buena relación, será el momento de ini- ciar propuestas de movimiento y de ac- “Para compensar esta falta de límites corporales el niño busca continentes, espacios cerrados, límites para su cuerpo”

so de construcción y de estructuración del psiquismo infantil, la intervención de ayuda psicomotriz requiere del adulto un sistema de actitudes y unas capaci- dades de comprensión y de actuación vinculadas a los siguientes conceptos:

  • La acogida. El adulto debe acoger la expresividad del niño en su exceso o inhibición, sin sancionarla o culpabili- zarla, debe poder contenerla y acompa- ñarla hacia procesos de evolución y de significación.
  • La relación tónica. Los niños que no han accedido al lenguaje ni al pen- samiento verbal están instalados en una vivencia hecha de connotaciones tónico-afectivas y emocionales no con- ceptualizadas. Para comunicarnos con niños muy pequeños o con alteraciones del desarrollo, es necesario utilizar un lenguaje corporal, psicomotor y psicotó- nico, volver a crear situaciones afectivas y emocionales seguras en el diálogo con el cuerpo del otro (Lapierre y Aucoutu- rier, 1980). Conseguir un diálogo tónico y gestual es un proceso que precisa la retirada progresiva de las defensas del niño que tienen por objetivo la protec- ción contra la vivencia de fragilidad en la representación de sí mismo.
  • La consonancia afectiva. El afec- to tiene profundas raíces corporales, la consonancia afectiva es un fenómeno esencialmente interactivo (Stern, 2005). En las primeras relaciones, la madre ma- nifiesta al niño sus afectos a partir de la expresividad corporal y del diálogo tónico; el bebé responde dando un es- pejo de la emoción. Se puede considerar que estas respuestas tienen un valor de representación de la madre en un con- texto de clima interactivo. La capacidad de representación afectiva prefigura la representación del objeto, ésta constitu- ye un aspecto esencial de los procesos tempranos de simbolización (Golse y Bursztejn, 1992). Llegar a compartir los afectos a través de las actividades com- partidas puede ser el inicio de un esce- nario previsible de interacciones comu- nicativas a partir de las que se pueden iniciar los juegos circulares. Las activi- dades conjuntas constituyen un marco que facilita la emergencia de la actividad representativa al proporcionar al niño un contexto sistematizado en que la re- gularidad de las actividades es la base de los primeros indicios de referencia (Bru- ner, 1987; citado por Golse y Bursztejn, 1992).
  • La resonancia tónico-emocional. Moviliza a la vez las estructuras tónicas y afectivas del niño. Esta movilización vi- vida desde la seguridad facilita la emer- gencia de la historia relacional del niño, lo abre hacia el deseo, los placeres pul- sionales y a las transformaciones. Esta evolución supone una disponibilidad y un ajuste tónico-emocional necesarios para el acompañamiento del niño en su itinerario madurativo (Aucouturier, 2004).
  • El espejo simbólico. El psicomotri- cista, dada la seguridad y la estabilidad de las referencias que representa, ofre- ce al niño un espejo en el que se juega la ida y la vuelta entre la realidad y lo ima- ginario. Es un espejo estructurante de la acción del niño, que lo acompaña para dotar de sentido y de continuidad el dis- curso de su acción. Este espejo se puede dar a través del cuerpo, de la relación tó- nica o de la palabra (Aucouturier, 2004).
  • La empatía. Es una cualidad indis- pensable en el adulto que trabaja a nivel de ayuda psicomotriz. A través de la em- patía se pueden sentir las emociones del niño tal como él las vive, pero sin perder la propia identidad, en definitiva, la em- patía sería la capacidad de ponerse en la piel del otro manteniéndose en la propia piel (Aucouturier, 2004). La capacidad de empatía y el conocimiento del funcio- namiento mental del niño nos ayudan a elaborar hipótesis para proponer estra- tegias de intervención ajustadas.
  • El ajuste. La capacidad del adulto de ajustarse en las intervenciones a tra- vés del propio cuerpo, de las posturas, de la voz, de la proxémica, del lengua- je gestual, de las propuestas de acción, de los objetos que se proponen como intermediarios de la relación, de la con- tención a través de la palabra… todo ello es indispensable para crear un entorno de seguridad que permita la creación de vínculos y la interacción con el niño.
  • La capacidad de transformación. El adulto debe dejarse transformar por la emoción del niño, por sus acciones. Los movimientos del niño se volverán accio- nes significativas a partir de la significa- ción y de la emoción compartida con el adulto, la repetición de las experiencias de placer sensoriomotriz son una expre- sión de la vivencia de unidad corporal, dado que el niño puede conectar las sensaciones corporales con los estados tónico-emocionales. Esta sensación de unidad, vivida en primer término con el adulto, puede ser vivida después en ausencia del otro, a través de una reac- tualización de los recuerdos. Cuando el niño quiere repetir la acción que le ha producido placer compartido se debe programar a nivel práxico, organizarse en el espacio; este proceso favorecerá un nuevo nivel de consciencia que dará origen al surgimiento de un yo corporal (Benincasa, 1999).
  • La capacidad de interacción. El adulto debe partir del principio de que el niño interactúa con el medio con unos recursos y con un estilo expresivo deter- minado. Esta acción del niño debe mo- dificar el comportamiento del adulto, el niño debe sentir que, a través de su voz, de su mirada, de su acción, tiene la capa- cidad de transformar al otro, al exterior. Cuando el niño vive con seguridad estas transformaciones puede aceptar que el mundo es alterable y modificable y em- pezar a vivir con placer la relación y las experiencias sensorio-motrices.
  • El placer sensoriomotriz. El psi- comotricista debe vivir el placer senso- riomotriz como unificador de la expe- riencia del niño, debe tener recursos para facilitar situaciones donde el niño pueda experimentar, de manera ajus- tada a sus posibilidades y necesidades, experiencias integradoras. En la vivencia del placer sensoriomotriz se crea una unión entre las sensaciones corporales y los estados tónico-emocionales que permiten el establecimiento de una vi- vencia de globalidad. El psicomotricista debe ser sensible a los cambios tónicos del niño para captar las situaciones que le pueden producir displacer o insegu- ridad, su formación personal le permiti- rá ajustar y modificar las propuestas en función de los indicadores corporales que vaya captando en la expresividad motriz del niño.
  • El cuerpo del adulto como lugar simbólico. El niño puede recrear, actua- lizar, situaciones arcaicas de maternaje, de demanda de cuidados del adulto, o bien, manifestar conductas cargadas de tensión y de agresividad. El adulto debe saber acoger y hacer evolucionar estas situaciones hacia un registro simbólico a partir de la contención y de la elabora- ción de la vivencia.
  • Los fenómenos transicionales. Según Winnicott (2006), los fenómenos transicionales permiten al niño diferen- ciar los límites entre la realidad interior y la exterior, representan el viaje del niño desde la subjetividad a la objeti- vidad, desde la indiferenciación con el otro a la aceptación de éste como objeto exterior con el que se puede establecer una relación. El objeto transicional pue- de concebirse, en este sentido, como un precursor evolutivo de lo que después se conseguirá a través de las representa- ciones mentales. La creación de este es- pacio procesal, en el que se puedan dar estas experiencias de relación objetal, implica una adaptación activa del adulto a las necesidades del niño de estructu- ración de su psiquismo. Establecer una relación intersubjetiva con el niño es una experiencia afectiva y cognitiva. Se trata de conocer las relaciones que es- tablece el niño con el objeto , su proceso de reconocimiento, de exploración y de investimento. l BIBLIOGRAFÍA Anzieu, D., Haag, G., Tiseron, S., Lava- llée, G., Boubli, M. y Lassègue, J. (1998). Los continentes del pensamiento. Argen- tina: Ediciones de la flor. Arnaiz, P. (1987). Evolución y contexto de la practica psicomotriz. Salamanca: Ama- rú Ediciones. Aucouturier, B. (2004). Los Fantasmas de acción y la práctica psicomotriz. Bar- celona: Graó. Benincasa, G. (1999). El juego repetitivo de intercambio en el niño con psicosis autística y simbiótica: ¿Estereotipia o principio de relación? En Revista Entre Líneas , 5 y 6. Bleichmar, E. (2001). Psicoanálisis. Desa- rrollo. Autismo. El tratamiento del autis- mo. Martos y Rivière. Madrid. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Secretaría General de Asuntos Sociales. IMSERSO. Boscaini, F. (1992): Hacia una especifici- dad de la psicomotricida. Psicomotrici- dad. Revista de estudios y experiencias, 40, 5-49, Madrid:CITAP. Brun, J.M. y Villanueva, R. (2004). Niños con Autismo Experiencia y Experiencias. Valencia: Promolibro. Bruner, J. (1988). Realidad Mental y mundos posibles. Barcelona: Gedisa. Camps, C. (2009). La especificidad de la psicomotricidad: un arte para la es- tructuración de la persona. Revista Ibe- roamericana de Psicomotricidad y Técni- cas Corporales , 33, 5-20. A http://www. iberopsicomot.net/ Coromines Vigneaux, J. (1991). Psicopa- tología y desarrollo arcaico. Barcelona: Spax. Cyrulnik,B. (2007). De cuerpo y alma. Neuronas y afectos: La conquista del Bienestar. Barcelona: Gedisa. Garcia Olalla, L (1999). “Modelo para el análisis de la interactividad en un con- texto de juego familiar. Tesis de licen- ciatura. Departamento de Psicología. Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología. Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Golse, B. y Bursztejn, C. (1992). Pensar, Hablar, Representar. El emerger del Len- guaje. Barcelona: Masson. Greenspan, S. y Wieder, S. (2008). Com- prender el autismo. Un recorrido por los trastornos del espectro autista y el sín- drome de Asperger a lo largo de todas las etapas escolares hasta la edad adul- ta. Madrid: Integral. Hales Robert, E. y Yudofsky, Stuart, C. (2004). Tratado de Psiquiatra Clínica. Barcelona: Masson. Hobson, P. (1995). El autismo y el desa- rrollo de la mente. Madrid: Alianza. Lapierre, A. y Aucouturier, B. (1980), El cuerpo y el inconsciente en educación y en Terapia. Madrid: Editorial Científi- co-médica. Larbán Vera, J. (2008). Revistas Punto de Encuentro Nº 19, de FEAFES, Confederación Española de Agrupación de Familiares y personas con Enfermedad Mental. Madrid. Muratori, F. (2008, 2009). Revista de Psi- copatología del niño y del adolescente. Fundación Orienta,12, 39-49 y 13, 21-30. Barcelona. Rabadán, M. (2009). La psicomotricidad, un recurso educativo para la inclusión de alumnos con NEE asociadas a TEA. Memòria de treball de la llicència d’es- tudis concedida pel Departament d’Edu- cació de la Generalitat de Catalunya (2008-2009). A http://xtec.gencat.cat/ ca/innovacio/bdllicencies/ Rivière, A. (2002). IDEA: Inventario del Espectro Autista. Buenos Aires: Fundec. Rivière, A. y Martos, J. (Compiladores). (2001). El tratamiento del autismo. Nue- vas perspectivas. Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Secretaría General de Asuntos Sociales. IMSERSO. Sánchez Rodríguez, J. y Llorca Llinares, M. (2008). Recursos y estrategias en psi- comotricidad. Malaga: Aljibe. Serrabona Mas, J. (2016). Abordaje psi- comotriz de las dificultades del desarro- llo. Barcelona. Horsori. Stern Daniel, N. (2005). El mundo Inter- personal del infante. Argentina: Paidós. Wallon, H. (1984). La evolución psico- lógica del niño. Barcelona: Grijalbo. Winnicott, D.W. (1998). Los bebés y sus madres. Buenos Aires: Paidós. Winnicott, D.W. (2006). Realidad y Jue- go. Barcelona: Gedisa.