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Orientación Universidad
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EL PRINCIPITO: una mirada desde otros ojos, Transcripciones de Literatura

Solo leelo si deseas, te cambiara la vida

Tipo: Transcripciones

2024/2025

Subido el 13/07/2025

malu-quispe-chura
malu-quispe-chura 🇵🇪

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El
Principito
-ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY-
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¡Descarga EL PRINCIPITO: una mirada desde otros ojos y más Transcripciones en PDF de Literatura solo en Docsity!

El

Principito

-ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY-

Fuente: Bibliotecas Virtuales

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-

NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Costa Rica.

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cr/

El diseño y diagramación de este libro se comparte con una Licencia Creative Commons para compartir, copiar,

distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra. Debe reconocer los créditos de la obra, no puede utilizarla

para fines comerciales y no se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de la misma.

S137p Saint-Exupéry, Antoine de, 1900-

El principito [recurso electrónico] /

Antoine de Saint-Exupéry -- 1a ed. -- San

José : Imprenta Nacional, 2012.

1 recurso en línea (95p.) : pdf ; 796 Kb

ISBN 978-9977-58-350-

1. Cuentos franceses. 2. Cuentos infantiles.

I. Título 12-

DGB/PT

DGB/PT

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A El PrinciPito

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A A León Werth

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona grande. Tengo una seria excusa:

esta persona grande es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona

grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo. Si

todas estas excusas no fueron suficientes, quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande

fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes (Pero pocas lo recuerdan).

Corrijo, pues, mi dedicatoria:

A León Werth

Cuando era Niño

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

Decidí mostrar mi primera obra maestra a la gente grande, y pregunté si mi dibujo les asustaba.

-”¿Por qué nos asustaría un sombrero?”, -me respondían.

Pero mi dibujo, no representaba en verdad a un sombrero. Expresaba una serpiente boa que había

tragado a un elefante.

Decidí entonces dibujar el interior de la serpiente boa a fin de que los adultos comprendieran, ya

que siempre necesitan explicaciones. Así quedó logrado mi dibujo número 2:

Me aconsejaron las personas grandes, que abandonara estos dibujos de serpientes boas cerradas o

abiertas y me dedicara un poco más a la geografía, la historia, el cálculo y la gramática.

De este modo abandoné a la edad de seis años lo que pudo haber sido una brillante carrera de

pintor. Me encontraba decepcionado a raíz del fracaso de mis dos primeros dibujos. Insisto en que

las personas grandes no comprenden nada por sí mismas y es cansado para nosotros, los niños,

darles siempre y siempre explicaciones.

Consideré que debía elegir otra ocupación y aprendí a pilotear aviones, volando así por innúmeros

lugares del mundo. Reconozco que la geografía me sirvió de mucho. Al instante podía distinguir

China de Arizona; esto es muy útil si uno llega a perderse durante la noche.

Debo decir, que así fue como a lo largo de mi vida, tomé contacto con muchísima gente seria. He

vivido mucho con personas grandes, viéndolas muy de cerca. Aún así, no mejoré en demasía mi

opinión acerca de los adultos.

Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi

dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente

comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: “Es un sombrero”. Desde ya que

no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a

su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas. Así es como se quedaban

conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

ii

Pasaba solo mis días, sin encontrar a nadie con quien verdaderamente pudiera hablar, hasta que

algo me sucedió hace ya unos seis años, en el desierto de Sahara. Mi motor sufrió una rotura.

Como no contaba con mecánico ni pasajeros, no tuve otra opción que la de intentar solo una difícil

reparación. Indudablemente era para mí, una cuestión de vida o muerte. El agua que tenía, sólo me

alcanzaba para ocho días.

Me recosté sobre la arena, pasando así mi primer noche nada menos que a mil millas de toda región

habitada. Me encontraba por cierto, más alejado que un náufrago dentro de una balsa en medio del

océano. Inexplicable fue mi sorpresa, cuando al despuntar el día una extraña vocecita me decía

casi suplicante:

-¡Por favor... dibújame un cordero!

-¡Eh! -exclamé.

-Dibújame un cordero...

Como atravesado por un rayo, de un salto me puse en pie, refregué mis ojos y observé con severa

atención. Me encontré frente a un increíble hombrecito que me examinaba gravemente.

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

-¿Ves?... No es un cordero, más bien es un carnero. Tiene cuernos...

Hice nuevamente el dibujo, pero fue rechazado como los anteriores:

-Este es muy viejito; quiero un cordero que viva muchos años.

Ya algo impaciente y apurado por desmontar mi motor, garabateé por último este dibujo:

Le dije:

-Esta es una caja. El cordero que quieres está adentro.

Sorprendido me quedé al comprobar que el rostro de mi joven juez se iluminaba:

-¡Es exactamente como lo quería! Me pregunto si necesitará mucha hierba este cordero.

-¿Por qué?

-Porque en mi casa, todo es muy pequeño...

-Seguro que alcanzará. En verdad, te he regalado un cordero bien pequeño.

Mirando el dibujo, con la cabeza inclinada dijo:

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

-No tan pequeño... ¡Mira! Se ha dormido.

Así fue como conocí al principito.

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

Pero no me respondió. Movía la cabeza muy suavemente de un lado al otro mientras miraba mi

avión:

-En esto..., no puedes haber venido de muy lejos.

Pareció haberse hundido en un ensueño que duró un largo rato. Luego, sacó el cordero del bolsillo

contemplándolo ensimismado.

Imaginen ustedes, cómo pudo haberme intrigado esta media confidencia acerca de los “otros

planetas”. Quise saber aún más:

-¿De dónde vienes, exactamente? ¿Y dónde queda tu casa? ¿A dónde llevarás mi cordero? -pregunté

al hombrecito.

Luego de meditar silenciosamente, respondió:

-Me agrada la caja que me has regalado ya de en la noche le servirá de casa.

-Ya lo creo. Si eres amable también te daré una cuerda a fin de atarlo durante el día. Y una estaca.

Esto, no pareció conformar al principito:

-¿Atarlo? ¡Vaya idea rara!

-Piensa que si no lo atas, tomará cualquier rumbo y se perderá.

Mi amigo fue objeto de una nueva carcajada:

-¿Dime dónde crees que iría?

-A cualquier lugar. Derecho, siempre adelante...

El principito entonces exclamó severamente:

-¡Eso no interesa! ¡Mi casa es tan pequeña!

Quizá con cierta tristeza agregó:

-Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos...

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

iV

Supe algo más acerca de él. ¡El planeta de donde provenía era apenas más grande que una casa!

Tenía conocimiento, que fuera de los grandes planetas conocidos como la Tierra, Júpiter, Marte,

Venus, hay centenares de planetas, muchas veces tan pequeñitos, que apenas pueden ser vistos a

través de un telescopio.

Cuando un astrónomo descubre alguno, lo identifica con un número. Por ejemplo: “asteroide 3251”.

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

Referí detalles del asteroide B 612 tan sólo por las personas grandes. Ellos aman los números.

Cuando les comunicáis acerca de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial: “¿Cómo

es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?” En cambio

preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?”. Sólo

así creen conocerle.

Si contás a los adultos: “He visto una magnífica casa construida con ladrillos rojos, geranios en las

ventanas y palomas en el techo...”, no podrán imaginarse la casa. En cambio si dices: “He visto una

casa de cien mil francos”, exclaman: “¡Qué hermosa es!”

Si dices: “La prueba que confirma que el principito existió es que era encantador, que reía y que

quería un cordero. Querer un cordero es prueba de su existencia”, se encogerán de hombros y

os tratarán como se trata a un niño. En cambio si les dices: “El planeta de donde provenía es el

asteroide B 612”, quedarán convencidos y no formularán más preguntas sobre esta cuestión. Son

así, no hay que reprocharles. Los niñitos deben ser muy indulgentes con las personas grandes.

Los que comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Más me hubiera gustado dar

comienzo a esta historia como si se tratara de un cuento de hadas. En tal caso hubiera dicho:

“Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la

necesidad de un amigo...” Para aquéllos que comprenden la vida les habría parecido mucho más

real.

Detesto que se lea mi libro a la ligera. ¡Me entristece relatar estos recuerdos! Transcurrieron ya

seis años que mi hombrecito se marchó con su cordero. Intento describirlo aquí sencillamente

para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido esta oportunidad. Podría

transformarme en persona grande e interesarme sólo por las cifras. Es por ello que me he comprado

una caja de lápices de colores. A mi edad, es penoso retomar el dibujo, cuando sólo se hicieron

algunos esbozos de boas cerradas y abiertas a la edad de seis años. Intentaré hacer la reproducción

de los dibujos, lo más parecidos posible. Dudo tener éxito pues un retrato va, y el otro no se

parece más. Cometo errores en la talla. Es aquí el principito demasiado alto; allá algo pequeño.

Se me desdibuja por instantes el color de su vestido. Voy ensayando de una forma u otra a fin de

EDitoriAl DiGitAl - iMPrEntA nAcionAl c o s t A r i c A

lograr el retrato más próximo a él. Habrán de perdonar mis imperfecciones. Mi amigo jamás daba

explicaciones. Tal vez me creía parecido a él; aunque yo lamentablemente, no poseo la cualidad

de ver corderos a través de una caja. Me pareceré quizá a las personas grandes. Indudablemente,

debo haber envejecido.